Es siempre un asunto propio, esto de volver, algo que depende más de uno que cualquier otra cosa. Nadie te obliga. Mucho menos una necesidad interna e inevitable. No hay un premio a la vuelta de la esquina. Tampoco un castigo. No hay un público, indicador que quizá, quién sabe, tampoco hay necesidad surgida de un anhelo vanidoso, aunque tratándose de esa bajeza uno nunca puede estar seguro.
No hay placer, aunque puede que sea placer eso que sentimos cuando lo hacemos, aunque no se parezca a todos los otros placeres que sentimos.
En definitiva, no hay nada más allá de mí mismo y el cielo que me cubre, cuando se trata de escribir. O sí, hay una cosa más: la cadena que antes me ligaba y que ahora está rota, bajo mis pies.
martes, 24 de marzo de 2015
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