lunes, 25 de abril de 2011

el sueño al trasluz de una normativa

Las tablas de la ley se han diversificado en miles de mandamientos, cada uno de ellos con un despliegue jurídico añadido que encorseta la llegada del acontecer. El miedo al presunto caos que, presuntamente, desata una vida en libertad nos ha empujado a normalizarlo todo, de tal modo que el suceder que todavía sorprende lo hará por última vez: una nueva norma espera su momento en el almacén donde el legislador que habita en nosotros deposita su ansia. Las dictaduras se nutren de esa ansia, de ese querer soberano y legítimo porque todo siga igual o, en su defecto, que lo que venga lo haga a lomos del artículo de un libro sacralizado.
Las dictaduras vuelven cuando el horizonte de lo posible se desvanece, cuando el mañana se teme más de lo que se sueña. Y no hay sueño que resista el control de una normativa.       

domingo, 17 de abril de 2011

la copia y el hambre en el escaparate

Entregada el alma a los suburbios de la consciencia y ésta a los acás del silogismo, la literatura ha quedado confinada entre los rectos trazos de una gramática común y manoseada. Se repite una y otra vez el discurso, se persevera con el relato que se ha contado mil veces, se coge un poco de aquí y de allá y se forma un dulce mejunje que entra bien, sí, pero no quita el hambre. Hay que ir un poco más lejos, saltar los márgenes, arriesgarse. Como hicieron y hacen otros, los que están al fondo, lejos del escaparate. Como podemos hacer tú y yo, ajenos a las cadenas del mercado, libres.  

jueves, 14 de abril de 2011

el individuo y los colores, y una ciudad por construir

Hay cosas en las que todavía creo. Creo, por ejemplo, en las hadas y en los gnomos, en la magia y en la alquimia, pero creo que estoy dejando de creer en ti y en mí y en él, en "nosotros". ¿Cómo puedo creer en "nosotros" cuando me aterrorizan todas las puertas que nos abre? Hemos creído que la realidad siempre empuja hacia la revolución o el sometimiento, a cortarles el cuello o a que nos lo pisen para siempre. De nada nos ha servido el pasado; "nosotros" somos propensos a catapultarnos por la espiral del delirio hacia estados donde reinan las convicciones, y creemos fácilmente en realidades de blanco y negro: hemos despertado del sueño de los benditos y no somos capaces de ver otra salida en el callejón ni que "ellos" también son "nosotros". Estoy dejando de creer en ti y en mí y en él porque no hay "nosotros" que no conlleve guerra, porque esta es su condición de posibilidad, y por eso la política es tan necesaria. ¿Pero dónde están los políticos que llevamos esperando ochenta años?