Dicen que Faulkner, cuando le presentaron a un antecedente de lo que después vino en llamarse un "corrector de estilo", lo miró y le dijo que estaría encantado de soltarle un puñado de dolares por sus consejos... cuando dejara de escribir. Según dicen, decía que en sus novelas estaba él y que él no era impoluto y preciso, sino denso y caótico, al menos el "él" en donde cavaban sus historias.
A mí ya no me gusta el nombre: "corrector de estilo", me suena a rejas, a Opus Dei, a uniformización, a cadenas. Conocí una vez a uno que estuvo a punto de matarme en cuanto le di la espalda.
Vale, acepto que no tengo "estilo" y que escribo para adquirirlo. Creo, injustificadamente, que cuando lo adquiera aprenderé algo sobre mí, aunque confieso que, más allá de juegos reflexivos y monólogos de luna ebria, no creo que haya nada que aprender de uno mismo. Bueno, sí, que se es mortal.
lunes, 28 de mayo de 2012
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