¿No es escribir sobre el fracaso literario, como yo hago -elogiarlo, admirarlo, patentarlo- una manera de soslayar el gran fracaso de una vida asquerosamente conservadora y sumisa ofreciendo el lomo a caricias interesadas, inclinando el dorso ante todo aquel que goza de más trozo en el pastel de las migajas?
¿Dónde se esconde el "NO" que grito obligado a la industria editorial, dónde se esconde cuando despacho mi servidumbre cotidiana?
¿El Jordi íntegro que aparece intermitentemente en este blog, con la ingenuidad de creerse compañero inseparable de los que escucharon a Zaratustra, dónde está cuando agacha la cabeza ante esos pobres amos con tan pobres cortijos?
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