jueves, 21 de marzo de 2013

desestupidización como fundamento

"Sin futuro", esa es la sentencia inapelable a la que nos han condenado nuestros deslices con la riqueza derivada, casi unánimamente, de unos tochos que se nos dijo que siempre seguirían al alza. "Sin futuro", nos dicen y, ciertamente, tampoco hace falta que alguien nos lo diga: es evidente que cada día se van tapiando más puertas de ese porvenir mítico y mistérico. "Sólo pasado", nos dicen, pero sólo el pasado de ese pasado feliz que fue bacanal y traca final, una vuelta atrás de treinta, cuarenta años. Bien, me digo yo, que vengo de ahí. Bien, volvamos atrás, quizá podamos reconstruirnos sin la estupidez que esos años de histeria colectiva y consumo pantagruélico nos ha tatuado en los adentros de nuestro cerebro.
Porque, como dijo aquel, crisis, la verdadera crisis, es mirar a tu corazón y descubrir que está vacío, o ante una rosa, el atardecer de un verano, algunos libros, tu pareja o un amigo cerrar los ojos y darte la vuelta, abatido por el miedo a ese "sin futuro", como si alguna vez nosotros, ustedes o yo, lo hubiéramos tenido.

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