Primero diseñamos amenazas -en eso somos buenos- y luego planes para protegernos de ellas, y de esta manera asumimos certeza de seguridad: los enemigos imaginados jamás llegan a atacarnos, pero no concluimos que eso se produce por un exceso de nuestra imaginación, sino porque acertamos completamente con la protección.
Y le tomamos gusto a fabular con los hombres del saco y también a construir grandes empalizadas de sacos terreros: tras ellos estamos a salvo, aunque siempre nos queda la sospecha de una astuta incursión por alguna inexistente grieta, que resolvemos con nuevas empalizadas más consistentes y un sinfín de medidas que vienen a acrecentar el florido negocio de la seguridad al rebufo de nuestro miedo.
O sea, que soy hijo del miedo y nieto de la imaginación, un pelele cobarde con temor generado sólo por estar vivo... después de miles de años.
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4 comentarios:
El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente.
La falsa imaginación te enseña que cosas tales como la luz y la sombra, el largo y el alto, lo blanco y lo negro son diferentes y tienen que ser discriminadas; pero ellas no son independientes una de la otra; ellas son aspectos diferentes de la misma cosa, ellos son conceptos de relación, no la realidad. EADTV.
Planes de pensiones que garanticen seguridad contra esa amenaza que supone la familia ancestral formada por los escribanos sensibles.
¡Grande, Sr. Lobo!
Señor Anónimo, no se me ocurre otra manera de individualizarme (de pensarme, de verme) en el todo que soy sin el esencial concepto de relación que me diferencia de lo gran otro. Estoy de acuerdo en que eso no es la Realidad. Sólo lo que de ella capto. Mi realidad. Y mi cobardía ontológica me la presenta amenazadoramente...
Es un placer saludarlo.
Señor Krust, cuente conmigo para sumarme en su conjura. Algo sobre esto he leído por su casa, la Kruststreet. Gracias.
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