Reflexionar, pararse a mirar lo que sucede cuando también, y sobretodo, eso que sucede me sucede a mí, nos sucede a nosotros, es infructuoso, en tanto que no aporta más que una dosis de verdad muy pequeña y, lo peor, manipulada a mi libre, y reflexivo, antojo. La falacia de poner distancia, el esfuerzo por distanciarse a mirar cuando no hay distancia en absoluto entre eso que sucede y yo, y nosotros. Por eso el conocimiento no es tal, por lo menos si tiene algo que ver -que parece que sí- con conocimiento de lo Real.
Ahora podría hacer como Descartes y sacarme, casi lo hago, un conejo de la chistera, pero basta de impostura. Hay que conformarse con ese conocimiento parcial y maquillado, y bueno, dejar la Verdad en otro plano, sólo accesible para otras especies y, cómo no, para el ejército de papanatas que ya nos ha vencido y que ahora, además, quiere que firmemos nuestra derrota.
Y no, yo no firmo. Ni, por cierto, les canto mi canción.
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