A veces, porque quiero, escribo aunque no quiera. Bien conozco yo esa inapetencia, es la misma que me ha acompañado desde siempre, la misma que gozábamos justo antes de que la Eva que todos llevamos dentro eligiera la manzana del árbol del conocimiento, allá por el Edén.
Cuando yo elegí ese árbol era mucho más joven que ahora, y las primeras páginas de mi primera lectura voluntaria me certificaron que la elección comportaba sudor y hastío y, quizá, dolor. Pero seguí, y a veces vuelve el enemigo que te quiere asno para siempre, y entonces recuerdo que leo y escribo y canto y bailo y lloro sin que tenga depresión, porque quiero, porque así lo elegí cuando, sin saber cómo ni porqué, elegí elegir.
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