Todo parece precipitarse; el crascitar de cuervos es ahora ensordecedor, aunque no acalla el tic-tac que suena bajo nuestros pies. Sí, es el tiempo, que pasa. Pero también es el temporizador analógico de una bomba de relojería, que descuenta segundo a segundo hasta llegar al cero y el gran estallido.
¿Pero acaso no ha sido así siempre? Siempre vivir ha consistido, antes que nada, en seguir viviendo. A veces con más ruido, a veces con menos, pero siempre con ruido que muestra el camino para ponerle un punto y final a todo, y mientras tanto tú ahí en medio, aconteciendo, y nadie te devolverá esos días cuando todo haya pasado. Pasas mientras todo pasa. Y por eso la música, y por eso los libros, y por eso el amor.
sábado, 19 de abril de 2014
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