Siempre nos quedará la duda para apaciguar la potencia arrasadora de una opinión mayoritaria, siempre nos quedará ella para no sucumbir y cerrar los ojos y dejarse llevar, como si la unanimidad fuera una nube de algodón blandita y confortable y nosotros un trozito de pluma posado en su seno, desplazándote junto a todos, sin esfuerzo, sin responsabilidad o, al menos, con una absolutamente compartida.
¿Y si todo, como nos dicen las voces que llegan del averno, es el parto de un delirio gestado al abrigo de conformar una buena coartada que mantenga ocultas las vergüenzas? Esta es la duda que conviene mantener encendida junto a nuestro centro decisorio, formulada con algunas palabras de más porque, en el fondo, es la duda de siempre: ¿estoy siendo engañado? ¿soy yo el primo de esta partida?
La duda... una lucecita de alerta para flotar en el ensueño con un ojo entreabierto.
sábado, 13 de septiembre de 2014
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