Algo está por llegar. O algo está por irse, definitivamente. Puede que lo que está pasando en este lugar del sur de Europa (reyes que se jubilan al primer olisqueo del final del bipartidismo, ladrones que ladran sin parar las bondades de la honestidad y que siguen llenando bolsillos ya llenos de desvergüenza, medios de comunicación que han abierto -¿por qué?- su silencio, jueces que -¿por qué?- han dejado de mirar para otro lado, investigadores y jefes de investigadores que investigan lo que siempre había sido opaco a la investigación, etc.) sea la prueba. ¿No es todo lo dicho las chispas que anuncian un colapso?
Y en el norte de este lugar del sur, al este, está Catalunya, con honorables abuelos que, azuzados por los perros de los vigilantes, se entregan al escarnio de la infamia y la vergüenza pública, y otros perros no tan honorables también abiertos en canal, y más de dos millones de personas que susurran al unísono un grito que dice "sí", contundente, afirmativo, valiente, oído en todo el mundo pero no escuchado.
Y yo, en Barcelona, sabiendo que se acerca el final, o el principio, pero sin saberlo; es decir, haciendo lo que hago siempre; es decir, nada.
miércoles, 12 de noviembre de 2014
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