A veces sobrevienen arrebatos de insignificancia aunque puede que sean de nadería o algo similar. Es indiferente cuáles sean las gestas, o los gestos, el arrebato arrasa con todo. La suerte es que son eso, arrebatos, tornados que llegan y se van y que puede que nunca más lleguen o que sólo lleguen cuando tienen que llegar. (Luego la mascarada sigue, claro). Y dicen bien alto y bien claro que tus hazañas, que vives y revives incluso con música de fondo, no son hazañas, son pelagatadas, y que tu nombre nació olvidado, y que sólo se te recuerda porque se te ve y cuando se te ve.
Vale, está bien. No estás a la altura de tu arrogancia. Estás por debajo de tus sueños. Fracasas a lo grande. ¡Olé!
miércoles, 16 de agosto de 2017
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