Que las palabras en forma de discurso mueven voluntades era algo ya sabido. Lo nuevo, o así me lo parece, es que las voluntades muevan al discurso, y que sea ese discurso y los líderes que los emiten los que acaparen las miradas de los miles de analistas que andan sueltos, y que todos olviden cómo comenzó todo. Aquello que inician las sensaciones o, si quieren, los corazones, no se soluciona o, si quieren, se "conlleva", con nuevos discursos y, mucho menos, con amenazas.
La cuestión no es por qué alguien quiere ser independiente, sino por qué no va a quererlo cuando el sujeto de su dependencia lo menosprecia, lo insulta y lo ridiculiza.
Estoy hablando de lo que está pasando aquí, en Barcelona, de lo que está pasando con Catalunya y con España. Y estoy hablando de mí, de mis sensaciones, de alguien que habita en Fuga y que hace mucho rompió con las grandes palabras. Así que, para mí, esto no va de patria, ni de nación, ni de democracia, ni de libertad. Para mí, esto va de respeto.
lunes, 18 de septiembre de 2017
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