Sellé hace años un pacto conmigo mismo para enterrar cualquier muestra de indulgencia. Eliminé todos aquellos lastres que me habían servido para perdonarme. Abrí los ojos -o puede que entonces fuera cuando los cerrara- y ya no quise poner un algo responsable de mis fracasos ni de mis éxitos. ¿Éxitos? ¿Fracasos? El éxito y el fracaso están reservados para los que no se cobijan, como yo, bajo el amparo de la seguridad social. Ciorán llegó a Francia y se puso a recorrerla en bicicleta: yo hubiera guardado turno en la cola de los que luchan por su jubilación. ¿Luchan? Lucha quien pone en juego su vida, o más aún, su honor. Mi honor se mide con los recibos que alcanzo a pagar gracias a mi nómina asegurada.
Pero, ¿cómo llegué hasta aquí, quién fue el responsable? Yo, el mediocre, todo el mérito es mío.
¡Aleluya!
domingo, 8 de mayo de 2011
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