Cacarearon ya los encargados de la cosa pública, nos pasaron el sombrero y ahora cuentan y se reparten lo que hemos echado dentro, y lo hacen con el sentir del bandolero que ha robado una cartera, como si lo que hay allí dentro fuera un botín. Hemos convertido la democracia en un juego de tahúres que nosotros, los demócratas, observamos como asnos.
Nuestros son los tahúres y nuestras la perlas que se juegan. Nuestra es la cosa pública y nuestra, por lo tanto, es la política. Pero deberemos librarnos de tahúres y para ellos deberemos dejar de ser asnos, porque los tahúres son asnos que se han afiliado y han medrado en partidos que crearon y ahora gestionan asnos como tú o yo. Y es que, admitámoslo ya, sólo un demos desasnizado puede otorgarse una política honesta que haga de esta múltiple compañía algo decente: nuestro es el pecado y nuestra, nos lo merecemos, la penitencia.
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