Ser capaz de diferenciar al embaucador del que no embauca, el que juega a la incomprensión y el caos con ánimo de atribuirse etiquetas dignificadoras y aportadoras de plácemes, vítores y demás parafernalia de plastelina y el que resulta apenas comprensible porque lo que explica -o donde mira- pertenece a un allá o un acá donde todavía no se ha estado ni es posible llegar, pero, aún así, se aventura, se arriesga, avanza, dejando tras de sí, porque no le interesa, lo visto, lo manoseado, lo ya digerido.
Habría que obligarse, al menos, a no olvidar que detrás de un embaucador jamás hay un genio, pero también, y más importante, que detrás de un genio sí puede esconderse un embaucador: descubrámoslo, pero guardemos silencio, porque es obligación de cada uno decidir si quiere o no dejarse engañar y a quien quiere admirar.
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1 comentario:
Parafernalia de plastelina moldeable a gusto del embaucador que obliga al incauto receptor a vomitar miméticas mentiras para poder sentir en las tripas el regusto amargo de... la verdad.
Arranquemos pues las máscaras del falso genio y disimulemos despues nuestra hazaña bajo un manto de ingenio. (Sobrevivir ante la adversidad).
* Tenga usted un buen año, Sr. Lobo.-
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