Tenga cuidado, amigo, con el fuego. Hace tiempo que sabemos que quema. Tenga cuidado, también, con las alturas, los arrabales, el tabaco, la velocidad, las banderas, los himnos, el colesterol y el azúcar. No descuide, por supuesto, sus exposiciones al sol ni tampoco cometa la estupidez de no respetar la digestión.
Es decir, recuerde que aunque cada vez le falte menos tiempo, como a mí, sigue siendo usted un irresponsable al que hay que vigilar -perdón, cuidar. Ahí está papá Estado para hacerlo. O lo que todavía es más eficiente: ahí están todos los que están a su alrededor para recordarle, no que tenga cuidado, sino que tenga miedo.
¿Se han dado ustedes cuenta de que todo se está confabulando para hacer de la cobardía nuestra compañera de viaje? Añádanle a eso la estupidez, la desfachatez, el egoísmo y la mentira.
Eso es lo que conocerán de nosotros cuando hayamos muerto: nuestra incapacidad y desprecio por poner algo de arte en las formas y en nuestras maneras...
jueves, 1 de agosto de 2013
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