Es la incomprensión y el anhelo, y el camino ausente del que uno se aleja y al que vuelve, una y otra vez. Es lo incierto y lo complejo, y lo palpable que todo parece cuando está llegando y lo extraño, cuando queda atrás. Es la verdad y es lo contrario de la verdad, y hablar de ello (que es lo que hacemos continuamente nosotros, los que escribimos) es, en realidad, aceptar nuestro destino en la superficie, desnudos, con un pico y una pala, y una varita de zahorí que de nada nos sirve, aunque a veces la utilizamos y sentimos que nos dice algo, pero es un algo incomprensible y, en todo caso, fingido.
En fin, que escribir es inútil, como casi todo lo que vale la pena bajo "el cielo que nos cubre".
jueves, 2 de julio de 2015
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