En el otro lado de las novelas he visto que son numerosas las maneras que existen para acercarse a ese lugar que todo escritor busca con más o menos ahínco, que no es otro que el palco desde el que se dice que puede verse, de tanto en tanto, la verdad primera y esencial. Pero al desconocer cuál es ésta, nunca hubo escritor que lo alcanzara. Es lo que le diferencia del profeta, que no hace literatura sino religión. Es la diferencia entre libertad y necesidad, entre sorpresa y encuentro, y revelación y mensaje.
Pues bien, hay muchas maneras de acercarse a esos horizontes posibles de libertad y asalto, o al menos eso es lo que me muestran a mí formas tan dispares de narrar como las de Kafka, Racine, Proust, Joyce, Cervantes o tantos otros, todos diferentes, como puntos de una esfera que se va perfilando en torno a la verdad primera y esencial, puntos alejados entre sí pero a una misma distancia de un mismo centro.
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