Normalmente ocupan mesas apartadas y se los representa con una botella de vino y un vaso medio lleno, con un lápiz en una mano y la cabeza apoyada en la otra. En la mesa hay también unos papeles que, si los miras concienzudamente, aventuran reflexiones, quizás aforismos, porque no parece un teorema ni un artículo ni un relato ni un poema lo que allí aparece. Están ellos y el resto, que ni se ha fijado que en una esquina hay un tipo solitario. La ignorancia es compartido. Ellos tampoco podrían cuantificar ese resto, o sólo como una parte más del Universo, que es lo que buscan atrapar las palabras que de tanto en tanto garabatean. Por último, nunca aparecen en manada, acaso porque la manada los rechazó o porque ellos se apartaron, pero solos, siempre solos ellos y sus cuadernos, pasando frío cuando hace frío y calor cuando hace calor.
Esto último es lo que más los diferencia, quizá lo único, de nosotros, los bohemios de la tecnología y el mejorestar, que escribimos blogs como este para pisar el mismo Café que Balzac, o el de cualquier otro.
lunes, 24 de octubre de 2016
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