Ahora advertimos que la devastación que causan dos trenes que se chocan, al menos en política, es gradual y, posiblemente, imparable. Habrá que esperar un tiempo para hacer recuento del número de víctimas causado, y sobre las runas, será difícil cuantificar cuántas estructuras han caído.
Que sea imparable significa que no se puede parar, que se detendrá, sí, cuando la fuerza inicial desatada se consuma, y eso tardará en pasar, porque ambos trenes iban llenos de rencores, odios y, en el más pequeño, además, sueños y esperanzas.
Y nosotros ahí, bajo la Historia, sometidos a múltiples y variables mensajes de todo tipo de analistas, con más interpretaciones que datos, manteniendo el tipo, con alegría, aunque por dentro estemos muriéndonos de pena.
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