No hacen falta caminos para alcanzar el otro lado o, lo que es lo mismo, todos los caminos llevan allí. Lo relevante y sorprendente son los constructores de relatos que se abren en ese extremo y mucho más sorprendente los que hoy en día los mantienen y a su amparo simulan su rencor y su ambición bajo todo tipo de plegarias. Y ahí los tenemos, dirigiendo, posando su mano derecha sobre algún libro sagrado con lo cual se evidencia el escaso valor que otorgan a su propia palabra, y ahí nos tenemos a nosotros, tragando, como vacas u ovejas en el prado.
Sirva esto como muestra de desprecio, sirva como gesto insuficiente y cobarde de rebelión.
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