Los vaciamientos conceptuales que conlleva el vocerío y que aligeran el lenguaje serán, quizá, lo que de aquí a unos años se nos echará en cara, si es que todavía la tenemos entera. Salir del letargo en el que estaba sumida la polis fue una gran noticia, y todavía hoy lo sería, pero se narró esa salida y la reacción a esa salida como si fuera violenta, y se adobó todo con el sello de fascista, y se repitió tantas veces que la violencia ahora ya no es lo que siempre fue ni mucho menos el fascismo.
El problema es que cuando todo se etiqueta como violento y fascista se corre el riesgo, altamente probable, de no detectar la violencia y el fascismo, o detectarlo cuando sea demasiado tarde.
lunes, 22 de octubre de 2018
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario