Es realmente curiosa la debilidad de mis fronteras para proteger mi yo real. Sin apenas darme cuenta, la realidad que me sucede oscurece lo real del suceder, y me descubro presa de un torbellino de delirio hacia los confines de la pena negra. Entonces, si no se ha despertado el pánico, tengo que realizar un esfuerzo sobrehumano para detenerme y pensarme y, de nuevo, lanzar una carcajada hacia esa puerta abierta al lugar donde habita la amargura.
Sí, me digo cuando llega la calma, no eres un sabio, y también me digo que nunca seré un sabio. ¿Podré, sin embargo, conseguir algún día que las naderías sólo sean naderías?
lunes, 11 de julio de 2011
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