Parece que la arquitectura de la sociedad en ciernes se esboza entre sombras de futuros ya inexistentes y las mentes cansadas de unos ciudadanos temerosos de perder unos privilegios que acaso nunca tuvieron más acá del horizonte posible de un conato de buenas intenciones.
La sensación de que todo se desvanece a nuestro alrededor, sin estridencias, construye un nuevo relato que, en definitiva, es el mismo relato de siempre, y viene a decir que no es fácil, que nunca fue fácil seguir con los ojos abiertos, mirando al frente, sin miedo. Porque nunca existió el futuro y porque ya hace como mínimo 70 años que hicimos la primera comunión y, por lo mismo, los temores a devenires inciertos no dicen nada nuevo, sino lo de siempre: que los monstruos llegan de noche, cuando la luz se apaga, y que se van cuando amanece.
lunes, 5 de marzo de 2012
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