Las señales débiles que del futuro emite el suceder de las cosas, si es que hay futuro y si, en ese caso, emite algún tipo de señal, las capta el novelista que escribe con la libertad de no limitarse a un plan previo y con la vocación de no quererle decir nada a nadie porque, en verdad, no tiene nada que decir, aunque sólo las capta para él, si lo que escribe le sigue gustando pasado el tiempo.
Es decir, sé que quiero conocerme y sé que nunca me conoceré, pero también sé, que no es saber poco, que sólo podré conocerme algo si lo que ahora plasmo disfrazado de personajes puedo leerlo pasado el tiempo sin que se me caiga la cara de vergüenza, y entonces puede que las débiles señales captadas ahora sean acotaciones puras de un yo presto a marcharse de un lugar que nunca habitó.
viernes, 17 de febrero de 2012
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