Para mí, el inicio del nuevo año se parece al encuentro con la página en blanco. Lloran muchos que eso es lo peor de escribir; hay quien habla de terror y pánico e, incluso, de angustia. Hay quien dice que si no fuera por ese contacto con la nada -no otra cosa es la página en blanco del escritor- escribir estaría al alcance de cualquiera. Pero es ese abismo creativo, afirman, el que sólo pueden salvar algunos elegidos que, con un esfuerzo sobrenatural y extraordinario, consiguen superar el trance y vivir para contarlo.
Para mí que, como el nuevo año, la página en blanco es un regalo, el acto primero de este nuestro acoso y derribo contra la nada, todo ese lamento cansino y automitificante, todo ese cacareado temor y pavor y sudoración y enfrentamiento a la página en blanco es un grito fingido de los adoradores y perpetuadores de la pamplinería, ya para siempre unánime (vuestro es, por cierto, el futuro... allá os lo comáis).
lunes, 2 de enero de 2017
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