Cayó el palo con
su zanahoria y también cayó el “nosotros” que lo sostenía. Sigue ahí, pero ya
no es mío. Por supuesto, no es la primera vez que eso me pasa. La diferencia es
que las otras veces eran palos y zanahorias alzados y sostenidos por mí, y esta
vez, desoyendo lo que tantas veces me dije y me dijeron, yo era un costalero
más. Vine de Fuga para participar, juraría que por inercia, en los fastos y vuelvo
a Fuga, cansado y oyendo sin cesar un “te lo dije” que jamás me dije ni tampoco
me dijeron, pero que advertía de los costes que acarrean los arrebatos.
Por eso leo y releo a
Patanjali, Lao Tze y Li Po, pero el desencanto centelleando en algún lugar de
mis entrañas no sale, aunque varíe los tiempos en cada serie de respiración
abdominal y la identificación de mi mente con el todo sea casi de manual.
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