lunes, 1 de noviembre de 2010
las perlas y sus cerdos
Enciendo el televisor, zapeo. Me la juego con un programa de mierda, porque ya me he cansado de la basura que viene sin nombrarse. Sí, es asqueroso, pero llega un momento en que hay que decidir con qué quiere uno envenenarse y, sobretodo, cuáles son las cosas con las que nunca más comulgará. En relación a esto, ¿por qué comulgar con todos los tahúres de la decencia y sus sermones sobre perlas y rastrojos? Son nuevos sacerdotes que se camuflan sin alzacuellos, venidos de la trascendencia a legislar el espectáculo. Y no, no comulgo con sus interesadas sentencias, ya no me fío del que anhela cultivarme.
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2 comentarios:
Cada vez es más dificil encontrar una perla en la pocilga televisiva, pero haberlas haylas dicen, aunque no siempre estemos dispuestos a hundir las manos en el apestoso lodo que arrastran las 1001 tedeté-cadenas... de W.C.
*Contadas excepciones en mi caso, no suelo pelearme por el mando a distancia.-
yo hace años que he olvidado compar, aceptar, pedir, etc. un televisor. Es lo mejor que he hecho desde entonces.
En todo caso, desconfiar siempre con una cierta ingenuidad, algo asi como meter el dedo en la sopa después de agradecer el plato, me parece saludable.
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