Entregarse sin nauseas a la dosis diaria de hipocresía, con la convivencia como excusa. La mentira es connatural a las relaciones humanas, lo que significa que sólo podemos salir de nosotros mismos si estamos dispuestos a mercadear con las palabras para que le digan al prójimo lo que el prójimo quiere oír o, al menos, para que jamás digan algo que ponga en riesgo el marco de nuestra relación.
Tenemos tan aprendida esta lección que hemos llegado a interiorizarla de tal modo que ni a nosotros mismos nos decimos verdad. Somos tahúres en la intemperie y, por cierto, tahúres de interior.
¿Y? Pues nada, adoremos el gran farol. No hay otro.
martes, 4 de diciembre de 2012
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