Hoy, con el hambre todavía lejana, me apetece anunciar mi soberano desprecio por todos aquellos que siempre encuentran la responsabilidad de sus errores fuera de sí mismos. Son los multiplicadores de causas justificativas, los sufridores de conjuras cósmicas en su contra, siempre absolutorias, enemigos, al cabo, de la libertad. Porque la libertad es tanto gritar un "sí" como un "no", es tanto acertar como errar.
Por lo tanto, asumir como propios los aciertos y eximirse de los errores es mutilar el sobado vocablo y, por lo mismo, mutilarse, renunciar a la oportunidad de desencapullarse.
(Desencapullarse, obligación a la que se entregan aquellos que, como yo, quieren encantarse con la quimera de ser libres).
martes, 11 de octubre de 2011
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