Digamos que percibimos con la entrañas, que nuestro contacto con lo real -contigo, con eso, con aquello- nos acontece filtrado por las tripas. Y digamos que, por supuesto, si las entrañas hierven -por ti, por eso, por aquello- todo hierve y tu vida se convierte en un hervidero y tú en un perro que ladra cada vez más fuerte cuando aparece la carne ya putrefacta.
Así que hay que pacificar las entrañas para no vivir una guerra de guerrillas perpetua, una guerra sorda y aburrida, una guerra miserable librada por miserables sin valor para descubrirse, odiarse y mutar, y poder percibir todo eso que nos rodea, sí, con las entrañas -¿cómo no?- y con algo más que todavía está por inventarse.
sábado, 24 de agosto de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario