Ser vencido en miles de batallas y mostrar las cicatrices de tus derrotas. Y poder decir, al final, "sí, luché y sí, perdí". Ahí hay honor... Aunque si esas batallas se libraron contra causas de poca monta, ese honor es azucarillo disolviéndose en el mar.
Sí, el enemigo es quien otorga honor a tu derrota. Ese honor al alcance de los que saben que toda victoria, en realidad, es un paso atrás. Yo aspiro a saber eso, algún día...
jueves, 3 de julio de 2008
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