domingo, 4 de mayo de 2014

la literatura sin porqué y con la nada de soslayo

No creo en las obras bien documentadas, ni en las mal documentadas tampoco. Para mí las novelas no se documentan. Aparecen, de la nada, en la cabeza de un escritor que, si quiere, se pone a cavar, a ver qué encuentra. Y es que no creo en las obras que se escriben con la intención de decir algo ni las que lo hacen por necesidad; no creo, básicamente, en voceros ni enfermos.
Hay que escribir y la estructura viene luego. Los planes previos privan de la aventura que supone ir navegando de palabra en palabra, como marinero que se lanza al mar y rema y rema sin rumbo fijo. Hay, sí, un islote desconocido esperando tu llegada, y sabes que está ahí afuera, y quizá fue imaginarlo fugazmente lo que te llevó a iniciar el proceso, o quizá no.
¿Qué me dicen a mí mis novelas? ¿Qué he querido decirme al escribirlas? ¿Qué me dirán las que estoy por escribir? No sé, todavía no lo sé, puede que nada, que eso sea lo que me digan: nada, nada, nada, y, acaso, ¿no es ya mucho esa nada que me dicen?