sábado, 21 de enero de 2012

antología de estupidez con boca de señora

Vivo en un lugar donde una escritora puede declarar, solemnemente, que deja de publicar porque la piratean y, a los dos días, desdecirse, eso sí, argumentado que la ley que se avecina va a cobijarla. Me da asco compartir aventura con ella, aunque, en realidad, su aventura y la mía no se parecen en nada. En primer lugar, porque yo sé que la solemnidad es vanidad vestida de academicismo y, en segundo lugar, porque ser pirateado es la voluntad de alguien por leerte, no por robarte, y al que quiere leerte hay que agradecerle la entrega de su tiempo. No escribo para vender, porque no estoy en venta. 
Si alguien encuentra alguna frase que le plazca en lo que he escrito, bien, que la use, que la haga suya, que la copie, da igual. Yo lo que busco es que alguna de ellas me plazca cuando pase el tiempo. Mi anhelo es poder sorprenderme con algo que haya escrito, poder asombrarme y, quién sabe, puede que al final me ayude a conocerme. 

martes, 17 de enero de 2012

añoranza de cuando todo era posible

Salirse de la foto es lo más sensato que se me ocurre en estos tiempos donde la ideología dominante emprende una huida hacia delante arrasando lo poco que las buenas gentes habían mantenido, con mucho mimo, en pie. La hipérbole se ha demostrado su mejor arma. Ante el temor al libre acceso a fuentes donde mana información, por ejemplo, nos sobreabundan de ésta y contribuyen a mantener el estado de confusión e incertidumbre, escenario perfecto para que se reclame control y manejo de riendas a entes que siempre han deseado eso, que sea uno mismo el que, cagado de miedo, suspire porque le sea arrebatada su peligrosa y desconcertante apuesta de libertad.

miércoles, 4 de enero de 2012

responsabilidad individual e intransferible ante una de las imposturas

Ser capaz de diferenciar al embaucador del que no embauca, el que juega a la incomprensión y el caos con ánimo de atribuirse etiquetas dignificadoras y aportadoras de plácemes, vítores y demás parafernalia de plastelina y el que resulta apenas comprensible porque lo que explica -o donde mira- pertenece a un allá o un acá donde todavía no se ha estado ni es posible llegar, pero, aún así, se aventura, se arriesga, avanza, dejando tras de sí, porque no le interesa, lo visto, lo manoseado, lo ya digerido.
Habría que obligarse, al menos, a no olvidar que detrás de un embaucador jamás hay un genio, pero también, y más importante, que detrás de un genio sí puede esconderse un embaucador: descubrámoslo, pero guardemos silencio, porque es obligación de cada uno decidir si quiere o no dejarse engañar y a quien quiere admirar.