domingo, 24 de enero de 2010

Oda a los libros

Los libros como ruta a la ascesis o a la locura. O como excelentes pasarelas con las que afrontar ese tedio que se avecina. O para hincar el diente del placer estético. O incluso para calzar esa mesa que cojea, o alzar el televisor a una altura razonable. Estos usos le he dado a los libros y otros que no confieso. O sí. Una vez, por ejemplo, los aforismos de Patanjali en tapa dura me sirvieron para romperle los dientes a un tipo que quiso robarme. Bueno, en realidad sólo le causaron desconcierto, el suficiente, sin embargo, para poder huir.
Los libros como el tiempo que cada uno cobija entre sus páginas, y el esfuerzo, desconocido para la mayoría, que costó poner una sola de sus comas. Por eso esta declaración de amor a un objeto inanimado. Por eso esta declaración de amor a un objeto con miles de almas.

miércoles, 6 de enero de 2010

ontología

Es el desconcierto ante el suceder de las cosas que (me) suceden y querer vencerlo lo que, efectivamente, me convierte en escritor. Plasmar lo real que se (me) ha presentado como acontecimiento. Y también todos los silencios con los que se acompaña y los que oculta, cuya expresión es suceder fuera del suceso que sucede, igualmente influyente. En definitiva, aprender algo sobre qué soy y, sobretodo, qué puedo llegar a ser. Sí, escribo para leerme, cuando pase el tiempo, y entonces, puede que entonces, dar con algo sorprendente...
Todo lo que excede la precedente declaración de principio en mi relación con la literatura pertenece a otra de las múltiples caras conque sucede la complejidad, una a la que no vale la pena dedicar esfuerzo, si algo queda al final del proceso. Si llega, bien. Si no llega, bien.