jueves, 26 de abril de 2007

naufrago

Pienso en un naufrago, en el mensaje que manda con la botella. ¿Qué habrá escrito? ¿será una descripción de su paradero o se limita a describir sus amaneceres?
Este matiz divide en dos a los escritores. Unos piden auxilio, a su mendacidad; otros sólo escriben, porque quieren.

jueves, 19 de abril de 2007

otra cosa

El escritor ve pasar la vida y atisba a la parca que ya viene, tan callando. Y sonríe. Es tan absurdo escribir, es tan ancha la caverna... Y, sin embargo, escribe. Y quizás este acto le ha permitido experimentar otra forma de mirar, y no es que vea mejor que el resto, sino que ve otra cosa.

martes, 17 de abril de 2007

causa sui

Pensaba yo el otro día cómo se las haría dios para sortear la pregunta por su origen. Y le daba vueltas al concepto de primer motor, de motor inmóvil, de causa sui. Es cierto, lo dice alguien, que tal concepto es necesario para fundar todo lo que viene luego. La ley causal, ciertamente, nos da una explicación de todo menos de esa primera causa incausada.
Y entonces pensé que yo en su lugar también me hubiera puesto a escribir, a escribirme.

jueves, 12 de abril de 2007

deleite

Lo han dicho otros mejores que yo, y, por supuesto, lo han dicho mejor, pero no importa. Nunca me importó semejante estupidez. Y sí, también yo considero a la literatura como una de las bellas artes y escribo para mi deleite y, quizá, el de algunos amigos. Puedo decir con orgullo que hay al menos dos frases entre las más de 2000 páginas que he escrito que salieron bien, y sí, también estas me deleitan.

domingo, 1 de abril de 2007

trascendenciocidio

Eso que nos acerca a las letras y eso que nos aleja de ellas quizá sea lo mismo. Quizá nada tenga que ver la voluntad en todo ello y sea verdad que las instancias superiores nos esclavizan a un destino que no elegimos. Y, sin embargo, uno no puede entregar el valor de su elección al primer dios que aparece al hilo de la reflexión.
Los que se enfrentan a la nada merecen que nadie les usurpe el valor de su acto. Por eso, el escritor cierra los ojos y niega que exista algo que lo trascienda y que lo vocacione. O puede mantenerlos abiertos, sí, quizá mejor abiertos, para ver como se aleja eso que vino con ansias de trascendernos, a nosotros, humildes gozadores de la efimeridad.