jueves, 25 de noviembre de 2010

encuentros inesperados y vomitivos

Mis encuentros conmigo mismo se iniciaron casi por azar, cuando el viento de lo real me pilló con la ventana abierta. Fue entonces cuando acaté el imperativo délfico: "conócete a ti mismo". Hasta ese momento sólo una falsa declaración de intenciones, decorado perfecto para un buen simulacro.
Caí en esa trampa y buceé por mis adentros. Bajo el prado verde con ovejitas y mariposas y pájaros de colores y bellos cantos di, primero, con algo de miseria y ya, a partir de entonces, con miserias y miserias que  habían pasado por farisaicas virtudes de un hombre de principios.
Mis encuentros conmigo mismo se acabaron casi por necesidad, cuando advertí que se me estaba girando mucho trabajo y que debía ponerme al tajo de inmediato. En realidad no quise ver más. Ya había visto bastante.

viernes, 19 de noviembre de 2010

ley sin orden

Escribir, como escribo yo, es tardar diez años en recorrer una distancia que se encontraba a la vuelta de la esquina. Mis relatos cortos han tomado tantos vericuetos involuntarios que han acabado siendo relatos muy largos o, lo que es lo mismo, novelas.
Así que soy, entre otras cosas, un escritor de relatos cortos descontrolado, novelista por incapacidad de mesura narrativa. Pero son tantas las cosas que se vienen al hilo de lo que uno va escribiendo que sólo una censura policial podría ponerle freno. Y siempre he pensado que la creación se lleva mal con la censura, mucho más si es policial, y he renunciado a ellas por principio... de escritor.

viernes, 12 de noviembre de 2010

breviario en tránsito de docilidad manifiesta

Vivir es hoy ansiar la servidumbre, ofrecer el cuello de manera educada para que alguien se digne colocar en él un bonito collar con la leyenda "contratado". Se han reducido las distancias pero, curiosamente, se han fosilizado las fronteras. Y, por último, Dios ha vuelto, y lo ha hecho acompañado de todos sus colegas, tantos que faltan edificios para construir nuevos templos en los que esconder la desgracia de ser mortales.
No llevamos bien la efimeridad, y esta cualidad ontológica que nos define es la que necesita cadenas para simular peso y certeza, o, lo que es lo mismo, permanencia. Por eso la libertad no es un estado, un lugar que se alcanza ya para siempre, sino un tránsito que consiste en el continuo deseo de liberarse.

lunes, 1 de noviembre de 2010

las perlas y sus cerdos

Enciendo el televisor, zapeo. Me la juego con un programa de mierda, porque ya me he cansado de la basura que viene sin nombrarse. Sí, es asqueroso, pero llega un momento en que hay que decidir con qué quiere uno envenenarse y, sobretodo, cuáles son las cosas con las que nunca más comulgará. En relación a esto, ¿por qué comulgar con todos los tahúres de la decencia y sus sermones sobre perlas y rastrojos? Son nuevos sacerdotes que se camuflan sin alzacuellos, venidos de la trascendencia a legislar el espectáculo. Y no, no comulgo con sus interesadas sentencias, ya no me fío del que anhela cultivarme.