jueves, 17 de mayo de 2007

elogio del fracasado

El elogio del fracasado parte, por supuesto, del fracaso. Uno se engancha a esa condición, aunque no esté de moda; parece que los fracasados estamos en franco declive; hoy se lleva el triunfo, y eso provoca que escondamos nuestra puta miseria en trajes y corbatas y palabras de uso poco común y, por supuesto, en miles de razones ajenas a nuestra voluntad y a nuestro arte, tales como intereses oscuros de enemigos que no vemos pero que están ahí para impedirnos, a nosotros, ¡a nosotros!, el triunfo.
Bien, este escritor pide para sí todo el mérito de su fracaso, para sí y para el arte con el que se enfrenta al nihilismo. Desestructurado y carente de estilo. Pesado, eso también, además de poco imaginativo. Sí, es cierto, y también que no es tan duro saber que jamás te leerán un centenar de personas. ¿Y? Pues nada.

martes, 8 de mayo de 2007

genealogía

Leer mi última entrada y oír el eco de un mal Nietzsche. O Sábato. O Kundera. O Camus. O Proust. O Faulkner. O Sthendal. O Balzac. O Baroja. O Handke. O esos cientos de escritores que me han transformado.
Iba a concluir que soy lo que he leído, pero de pronto han venido a mi cabeza cientos de puñaladas allende las lecturas, y cientos de besos, y sí, también soy eso, básicamente eso. Ergo, no soy lo que he leído.
Ergo... soy lo que leeré.

domingo, 6 de mayo de 2007

refutación de la línea segmentada

El desprecio hacia todo eso que le importa al resto es el gran incoveniente para que la mascarada siga en pie. ¿Cómo no vomitar viéndolos adorar el oro del becerro, o el becerro de oro?
El escritor ya no adora. Aunque, es cierto, la lisonja, el peor de los ataques, le haga creerse un tanto arriba de la línea segmentada. ¿Y no es asqueroso creer ver mejor que el resto? ¿No provoca eso vomito? Sí, por eso el escritor se repite siempre que no ve mejor, que lo que pasa es que ve otra cosa, incomunicable. Y, efectivamente, vomita...