martes, 27 de febrero de 2007

del asco

¿Por qué alguien que escribe, como él dice, porque quiere, quiere publicar su obra? Es fácil, quiere publicar su obra porque quiere. Sí, pero esta segunda razón ya aparece sutilmente encadenada a una necesidad. Se quiere publicar porque, uno, se tiene una necesidad económica o, dos, se tiene vanidad.
Ya dije que el alimento para mi manada lo sacaba yo de otros lares ajenos a las letras. Y es horrible constatar, entonces, que quiero publicar por vanidad, porque quiero "exponer mis cualidades al mundo". Es horrible, me da asco, ¿pero algún día seré capaz de quemar todo aquello que haya escrito? Quizás cuando se acerque Caronte... ¿Y por qué no lo quemas ahora? ¿no defiendes tú la efimeridad como razón ontológica de la existencia? ¿no salvas, acaso, de todo oriente las artes mandálicas?
¡Quémalo! ¡Hazlo! Derrota a esa puerca ahora...
¡Qué asco no poder hacerlo, no todavía!

lunes, 26 de febrero de 2007

de la duda

El escritor se las ve con el absoluto, cada noche, porque escribir es escribirse, es decir, adentrarse en la "unánime noche" -Borges- de eso que eres y que pugna por salir, pero que desconoces, y que siempre desconocerás. Sí, Delfos nos lo ordena, "conócete a ti mismo", pero es otra guasa de la Pitia. No puedes llegar nunca a conocer eso que eres. Puedes, si quieres, sospechar lo que eres, qué piensas, qué sientes, pero saber si eso que piensas o eso que sientes no es una encerrona perfecta de tu cerebro, eso, amigo, si a ti también te picó la bicha pirrónica, eso es imposible. La duda, sí, la duda, esa gran dama que luce en la unánima noche, es lo que desprecia el escritor al escribirse. Sí, puede que los personajes no sean más que egos que el escritor se descubre.

jueves, 22 de febrero de 2007

de la voz

El escritor nace con una voz propia que será la que irá diciendo las frases. Todas las personas nacen con una voz propia, algunas seguirán su dictado y escribirán, otras pintarán, otras, la mayoría, ni siquiera la oirán por falta de tiempo, etc.
Uno no puede cambiar su voz, es la que es. Quizá pueda atemperarla o azuzarla, pero su voz, lo que se conoce como "estilo", seguirá siendo idéntica a sí misma.
Ahora bien, la voz con la que escribo y que me escribe no es capaz de saltar los filtros auditivos que llevan a las librerías, porque el tener voz propia no comporta ningún juicio cualitativo de la misma; puede ser una voz muy común, o excesivamente rara, o incomprensible, o cándida...
¿Y qué? Pues eso, que escribir es como aúllar, que uno es escritor porque quiere cantar aunque no sea oído. Y lo hace.

miércoles, 14 de febrero de 2007

de la rebelión contra la nada

Decía Ortega que "la única rebelión posible es la creación, la rebelión contra la nada, el antinihilismo". No es ésta, aunque lo parezca, la creación divina, que es, y debe ser, ex-nihilo, es decir, desde la nada.
El acto creativo del escritor se enfrenta a la nada y, por supuesto, no parte de ella, pues de la nada, nada viene, y si viene lo hace cumpliendo la voz, como se ha dicho, de algún dios, añádase, además, algún dios aburrido. Así pues, el escritor, en tanto que creador, no es un dios, sino un rebelde, y su obra no es un compendio de normas a seguir, un catecismo, sino un tiro certero contra la nada que ya viene, que ya va viniendo, tan callando...

lunes, 12 de febrero de 2007

de la razón y la novela

Hay pocas artes, tampoco las científicas, que nos digan más del ser humano que las novelas. Dicho de otra manera, es la novela el lugar donde se plasma mejor eso que llamamos "ser humano". Ahora bien, sólo si el filtro por el que captamos la realidad, -ese filtro llamado "razón" o "conciencia"- ha bajado la guardia y deja fluir sobre el papel lo que piensa el escritor, y lo que siente, lo que no piensa, lo que teme y lo que ignora. El filófoso Miquel Morey, -una satisfacción haberlo leído- habla de la "conciencia embriagada", pero también Handke, Kundera, Sábato y tantos otros. La novela requiere de la razón, por supuesto, pero sólo, o sobretodo, en la segunda fase de su creación, llamada "voluntad de perfección". Pero en la primera, en la "voluntad de creación", el escritor debe soslayar el filtro castrador de una razón especialmente activa y encorsetadora, y nunca permitir que en la "volundad de perfección", en la segunda, ésta desvirtúe eso que se plasmó de dentro.