viernes, 17 de febrero de 2012

hipotética deducción tarológica y falsable

Las señales débiles que del futuro emite el suceder de las cosas, si es que hay futuro y si, en ese caso, emite algún tipo de señal, las capta el novelista que escribe con la libertad de no limitarse a un plan previo y con la vocación de no quererle decir nada a nadie porque, en verdad, no tiene nada que decir, aunque sólo las capta para él, si lo que escribe le sigue gustando pasado el tiempo.
Es decir, sé que quiero conocerme y sé que nunca me conoceré, pero también sé, que no es saber poco, que sólo podré conocerme algo si lo que ahora plasmo disfrazado de personajes puedo leerlo pasado el tiempo sin que se me caiga la cara de vergüenza, y entonces puede que las débiles señales captadas ahora sean acotaciones puras de un yo presto a marcharse de un lugar que nunca habitó.

sábado, 11 de febrero de 2012

refutación de Fukuyama lejos de Chicago

Sería un placer poder leer los libros de historia que hagan con nosotros el día de mañana. ¿Quién los hará? Puede que aquellos que ahora sufren un dolor que, en parte, hemos causado nosotros. Dirán que caímos agotados y sebosos, que el ansía de golosinas acabó con nuestra curiosidad y que ni siquiera los disidentes fueron capaces de mantener su alegría.
Si, por contra, salimos de esta, dirán que fueron tiempos donde los ajustes causaron conflicto, mientras calaron en todos nosotros y se asumió la imposibilidad de que una sociedad tuviera clase media. Y es que nos han enseñado que las utopías son utopía, y nos lo hemos creído: ya no queremos vivir sin collar, ya no sabemos, ya no podemos.
Bueno, quizá podamos aprenderlo. Otra vez.

jueves, 2 de febrero de 2012

encuentros festivos del quehacer creativo

Se adaptan los viejos látigos para golpear nuevas espaldas que se han creído con el derecho a indignarse, como si eso no fuera un deber, y más aún, como si ese deber no fuera acompañado, además, de la obligación a desertar, a dejar que esos nuevos látigos se deshagan como azucarillo cuando se descubran golpeando aires vacíos de un juego en el que nadie cree pero que todos siguen comprando. Pero, ¿es posible todavía desertar? Y, antes, previamente, ¿qué significa hoy, aquí, ahora, desertar?
Oh, vamos, ¿es sólo una de esas palabras, otra más, que fueron y ya no son, o que, acaso, sólo evocan un pasado o ni eso? ¿Qué es para mí desertar, para mí que lo evoco como la obligación que sigue al deber de no dejarse tomar el pelo? No lo sé.
Lo que ahora sé es que escribir es adentrarse en un misterio sin retorno, bajar por una caverna y seguir bajando siempre hacia lo más profundo, y yo me encuentro ahora en el círculo donde las palabras que escribo comienzan a difuminarse, como si bajando uno se acerque a un fuego que acabe quemándolo, cuando siempre habíamos pensado que ese fuego lo que hacía era iluminar.