miércoles, 21 de noviembre de 2012

Camús contra la taozización de Sísifo

Otra es dejarse llevar, fluir. Algunos, bajo mantos de colores o palios trascendentes, nos dicen que no hay que revolverse ante el suceder de las cosas que suceden y que, por lo tanto, nos suceden. A pesar de la gran acogida de esta postura en los que adoran la India tomando té en sofás de Cafés nocturnos iluminados por los focos de su cosmópoli, dejarse llevar es entregar las riendas al comandante de una supuesta realidad que se encuentra justo en la frontera del cielo que nos cubre.
Pero la rebelión es porfiar precisamente contra el inevitable suceso que sucede y que nos sucede; es ser arrastrado por el acontecimiento, pero mostrando en tu cara el gesto de la derrota y no la sonrisa estúpida del que se exculpa al amparo de unas pésimas circunstancias.
Rebelarse es, quizá, luchar contra las circunstancias, infructuosamente.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Confucio y la insociable sociabilidad

Las palabras que se oyen, aunque uno quiera escucharlas, o las que se leen, aunque más que leerlas se les arrebate la porción de alma que transportan, ayudan a desembrozarse, pero poco más. Uno sigue siendo esa pieza que no acaba de encajarse. Los sucesos que nos suceden y lo sucesos que provocamos, los actos con los que reaccionamos y los actos que iniciamos, bueno, me dicen que ahí sí, que esa es la clave, la herramienta que nos llevará a la conexión.
Quizá sí. Encajarse, conectarse, sintonizarse, llegar al punto de la no contradicción. Ah, era eso, la no contradicción... ¿De eso huyes? ¿Ya te has rendido? ¿Al mono que escribe le asusta la contradicción?
Y aún así, hay que ser coherente, tú, cuya naturaleza es la incoherencia...

domingo, 11 de noviembre de 2012

De Heráclito a Descartes sin pasar por la casilla de salida

Todo acontecimiento que afrontamos nos transforma, nos hace crecer. ¿Nos hace crecer? Uhm, no exactamente. "Crecer" parece que implique avanzar, progresar, acercarse a algún sitio que como meta espera la llegada de algunos elegidos. Pero ahora ya sabemos que el puente que parece construirse tras la transformación que ofrece todo acontecimiento no lleva a ningún sitio, o sí. Puede que sí, que esa transformación nos lleve al interior de uno mismo, lo que significa bien poca cosa.
Así que lo único que puedo decir es que salimos otro tras afrontar un acontecimiento, que eso ocurre continuamente y que, por lo tanto, nunca somos lo que somos, sino un otro incomprensible. ¿Pero nada permanece en el proceso? Uhm, sí, algo permanece... así que el acontecimientos nos transforma, pero no tanto, o no absolutamente... O sea, hay un yo receptor de la experiencia. Bien, ya tengo una metafísica.