viernes, 23 de marzo de 2012

las fidelidades de unas pieles sin rostro

Abundan los novelistas que se ponen en la piel del lector cuando escriben, que narran sus historias como si se las estuvieran narrando, y hay otros -es mi caso- que bastante tenemos con ponernos pieles de escritor cuando escribimos, que construimos nuestra voz con suma dificultad y que ese esfuerzo nos imposibilita pensar en el lector al mismo tiempo. Además de esta imposibilidad, también hay algo de principio de escritor: escribo como puedo lo que me gusta y como me gusta, no lo que pueda gustarte a ti, porque es la única manera que se me ocurre de serle fiel a la novela y, por supuesto, de serme fiel a mí.

lunes, 19 de marzo de 2012

los anuncios que los aconteceres anuncian

Hace un tiempo, por estos lares digitales, expresé mi desprecio a los agoreros adscritos al "niñobecerrismo de la catástrofe", la actitud de los que se excitaban dando eco a cada nueva muestra del desastre colectivo. Eso delataba un cierto grado de misantropía que alimentaban azuzando el desánimo y deseando y animando a la organización de rituales de llanto general.
Siguen lanzando sus proclamas, siguen interpretando los aconteceres desde una tendencia que todo acontecer posibilita, su deriva hacia el abismo. Olvidan, y para recordarlo hago esta entrada, la otra tendencia, la que dice que todo acontecer puede abrir las puertas del paraíso que nos rodea y que está dentro nuestro. Por ejemplo, todo acontecer me acontece, luego estoy vivo.

lunes, 5 de marzo de 2012

futuro complejo en tiempo presente

Parece que la arquitectura de la sociedad en ciernes se esboza entre sombras de futuros ya inexistentes y las mentes cansadas de unos ciudadanos temerosos de perder unos privilegios que acaso nunca tuvieron más acá del horizonte posible de un conato de buenas intenciones.
La sensación de que todo se desvanece a nuestro alrededor, sin estridencias, construye un nuevo relato que, en definitiva, es el mismo relato de siempre, y viene a decir que no es fácil, que nunca fue fácil seguir con los ojos abiertos, mirando al frente, sin miedo. Porque nunca existió el futuro y porque ya hace como mínimo 70 años que hicimos la primera comunión y, por lo mismo, los temores a devenires inciertos no dicen nada nuevo, sino lo de siempre: que los monstruos llegan de noche, cuando la luz se apaga, y que se van cuando amanece.