lunes, 11 de junio de 2012

la voluntad cautiva y bien armada

Ya hablé de ello, hace tiempo. O puede que no. En todo caso, hoy me las veo con la idea de que es casi imposible eludir el simulacro, la participación en el gran espectáculo, la protagonización de la farsa. Nos dicen que hubo algunos que lo consiguieron, dicen que un tal Jesús, un Heráclito, aquel Sidharta, un tal Rulfo, alguien al que llamaban Spinoza, seguro que algunos más. Al resto nos toca conformarnos con salir esporádicamente y de manera efímera de su influjo, gracias a breves lapsos de tiempo que eluden la sucesión continua y constante y que nos permiten tachar de nefasta nuestra actuación. Breves, y mejor así. Otra cosa supondría la renuncia total o la locura, irse más allá de los márgenes, y yo soy un lobo con manada, y aquí me quedo, cómo no, porque quiero.  

viernes, 8 de junio de 2012

un supuesto síndrome y un ligero lamento

Es difícil escribir. Escribir bien, se entiende. Yo no escribo bien. Quizás este sea el síndrome de los intrusos, de los que llegamos sin que nadie nos llamara. Puede que esto no les pase a los que son movidos a escribir por necesidad. Puede que para ellos sea fácil; los empuja una fuerza misteriosa a juntar palabras, y lo hacen bien, copian al dictado, pero para mí es muy difícil. Ayer, sin ir más lejos. Leí las diez o doce últimas páginas que he escrito. No me gustaron nada. Aunque el problema no era sólo de si me gustaron más o menos, sino que estaban mal escritas. Es así, no puedo hacer nada. Bueno, sí, seguir, seguir escribiendo, porque quiero.