miércoles, 28 de diciembre de 2011
el óptico de Praga en proceso
Desbocados por el ansia en la liquidación total, al fragor de una nueva batalla que, dicen, será la última, acaso al hilo de vender unos viejos restos que no sirven para nada, como tampoco sirven para nada los que han venido a reemplazarlos y los que vendrán cuando estos últimos sean también restos viejos, si es que nada cambia cuando todo haya cambiado. No sería la primera vez; es más, siempre pasa lo mismo. Siempre pasa que cuando todo pasa, en realidad, nada pasa. Aunque a veces sí pasa algo, a veces pasa que nace Kafka y nos dice que todo es desternillante y pintoresco, que es igual que nada cambie o que todo cambie, que lo único importante es cómo miras, cómo estás aprendiendo a mirar.
viernes, 23 de diciembre de 2011
asalto extenso e infructuoso a las carencias cotidianas
Quizás la ironía sea capaz de tamizar el acontecer que se nos viene fiero como chuzos de punta, incluso puede que tenga el poder de provocarnos la risa cuando todo anuncia drama, pero dudo que su potencia ridiculizadora sirva en el lugar sagrado donde uno se encuentra personalmente con la mezquindad y la estulticia, con la miseria cotidiana adosada a eso que eres tú.
No llegas ahí más que trascendiendo la última máscara, la que todavía llevas cuando has retirado todas las otras.
¿Cómo? Siempre hay una última máscara que no podrás sacar, porque en caso contrario estarías en el desierto o en la cima de una montaña, y estás aquí -y no quieres estar en ningún otro sitio- en Barcelona, en el cuarto de los libros, rodeado de una placentera algarabía que a veces amas y a veces amas menos.
Entonces... por eso ponía un "dudo que" en la capacidad de la ironía para sonreírle, descaradamente, a mis miserias, porque lo que veo, en realidad, no son mis miserias, sino, puede, eco de otras que gritan más al fondo y que siempre permanecerán ocultas, enmascaradas.
No llegas ahí más que trascendiendo la última máscara, la que todavía llevas cuando has retirado todas las otras.
¿Cómo? Siempre hay una última máscara que no podrás sacar, porque en caso contrario estarías en el desierto o en la cima de una montaña, y estás aquí -y no quieres estar en ningún otro sitio- en Barcelona, en el cuarto de los libros, rodeado de una placentera algarabía que a veces amas y a veces amas menos.
Entonces... por eso ponía un "dudo que" en la capacidad de la ironía para sonreírle, descaradamente, a mis miserias, porque lo que veo, en realidad, no son mis miserias, sino, puede, eco de otras que gritan más al fondo y que siempre permanecerán ocultas, enmascaradas.
domingo, 11 de diciembre de 2011
teoría antigua de la riqueza sin prestigio
Hacerse rico, enriquecerse, es para mí adquirir vocabulario, por ejemplo. O aprender algo de nuevo, una vez agotadas las posibilidades que otorgó el aprendizaje anterior.
Enriquecerse para mí apunta adentro, a descubrir eso que soy cuando he doblado todos los disfraces y no hay ya necesidad de maquillaje. Es alimentar eso desconocido que soy, es alimentarlo y proyectarlo hacia el yo que quiero ser, un yo que tenga bastante con literatura de la buena o no tan buena, al que le baste con algo para leer. ¿Y? Y nada, que si el yo es ficticio uno está en la obligación de ficcionarlo, y si es real, uno debe hacer como si no lo fuera y moldearlo, a la carta de su elección.
Enriquecerse para mí apunta adentro, a descubrir eso que soy cuando he doblado todos los disfraces y no hay ya necesidad de maquillaje. Es alimentar eso desconocido que soy, es alimentarlo y proyectarlo hacia el yo que quiero ser, un yo que tenga bastante con literatura de la buena o no tan buena, al que le baste con algo para leer. ¿Y? Y nada, que si el yo es ficticio uno está en la obligación de ficcionarlo, y si es real, uno debe hacer como si no lo fuera y moldearlo, a la carta de su elección.
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