jueves, 29 de septiembre de 2011

anhelo de un sentir beduino

Lejos de las égidas que sortean los custodios y los exegetas de las purezas santas, y lejos también del relato que se cita tras las miles de pancartas, parece que no queda otra que entregarse al desierto.
Pero la felicidad en el desierto está sólo al alcance del beduino, y yo no soy beduino ni las dunas que se alzan aquí pueden rodearse mientras se recita una muahlaca cuyo ritmo simula el paso cansino de un camello. Las dunas que se alzan en este desierto son como olas de mar brava: las afrontas, y las cruzas o te ahogan.

sábado, 17 de septiembre de 2011

recuerda que eres mortal (por tanto, estás vivo)

El sobresalto en la aquiescencia, algo extraño junto al asentimiento cotidiano, el susurro de un primer "no" bajo el mismo "sí" de siempre... el gesto de disgusto que no reconoces en la mansa tez domesticada.
Puede que eso sea la primera arena que anuncia la duna que anuncia el desierto, puede que eso sea el anuncio de un nuevo punto de no retorno.
Seguir igual... ya siempre la amargura. Gritar ahora "basta" es, quizás, volver a apostar por la risa, y también blindarla ante la frustración y los apóstoles de la frustración, que venden y regalan y dispersan lágrimas del llanto que les produce haber asfixiado el festín que se estaban dando... ¿Y nosotros? ¿Y yo? Participando de sus migajas, y corriendo el riesgo de llorar con ellos por el final de mis migajas... ¡Despierta, el cielo está tras las migajas!

martes, 6 de septiembre de 2011

la imposible fijación del gran ausente

Rastrear los limes de los puntos casi finales a la caza de algo que reabra los horizontes que ya se abandonaron. Volver sobre lo ya visto y pensado, reemprender el camino hacia ningún sitio que problematice lo ya resuelto, otra vez. Porque toda respuesta no es sino camama, porque toda solución no es sino veneno que adormece, en mi caso, un pensamiento ya de por sí dormido.
Por ejemplo las palabras, con las que uno se encanta y a las que uno se adscribe como si poseyera la patente del fuego cruzado, y decimos "yo soy esto o lo otro", pero basta detenerse un momento en esa tramoya para descubrir que eso que afirma ser es sólo viento modulado, débil, volátil, fácilmente sustituible por otra sucesión de definiciones que no definen nada, o, al menos, no nos definen nada. Porque... ¿cómo fijar algo tan ausente y efímero como uno mismo?