miércoles, 18 de abril de 2012

encanto de tierra lejana

Algunos que llegaron a la boca de la caverna, afirmaron que estaba tapiada, que no había boca, que no había un afuera, que todo, absolutamente todo, era caverna. A su vuelta lo afirmaron, pero nadie quiso oírlos, nadie quiso creerlos. Otros, sin embargo, nos hablaron de la luz que brillaba afuera, cuando volvieron. Estos corrieron mejor suerte. En lo que todos coincidían, lo que todos sabían, era que habitaban una caverna.
Hoy, la caverna no existió nunca y nacemos con un único relato incrustado en la espalda de nuestros genes, con la garantía de perdurabilidad que eso le ofrece. Ahora que sólo hay afuera sería el momento de enviar a exploradores que encontraran la puerta que aquí nos trajo. Al menos tendríamos la oportunidad de volver a escoger relato: no hay puerta, nunca la hubo o, por el contrario, allá de donde venimos no hay tanta luz, pero hay luz suficiente.

martes, 17 de abril de 2012

plagio de Parménides con permiso de Zenón

Las verdades que ocultan la Verdad y que también ocultan las mentiras son el freno, la barrera insalvable,el punto y final. No obstante, hay una manera de poder superarlo, aunque, en realidad, no hay ninguna. Ansiamos toparnos con verdades, y aunque toda crítica pasa por rechazarlas y seguir adelante, llega un momento que vuelven para cerrar el proceso, con lo cual hay que volver a cuestionarlas y así siempre.
En esta batalla, voy a probar otro camino. Digamos que el anterior sería "el camino de las verdades". El mío "el camino de las mentiras". Las mentiras no pueden ocultar nada porque son mentira. Así, abriendo las puertas que cierran, quizá me asome a algo consistente, perdurable, sólido sobre lo que pueda apoyarme y saltar, más adentro. Pero cuando uno es ya mentira, ¿le siguen perteneciendo sus ojos?

lunes, 9 de abril de 2012

hijo primogénito y bastardo de Prometeo

Sueño con gozar cada día uno de esos instantes de lucidez que a veces, no muchas, a uno le asaltan; entonces  la nube que hay entre aquí adentro y ahí afuera, entre el yo y lo real, se abre, abriendo lo observado a su secreto más íntimo. Es como si la lucidez abriera una puerta infranqueable en nuestro cerebro, puerta que se cierra cuando desaparece; entonces esa verdad a la que has accedido vuelve a ocultarse y el recuerdo de lo visto no es suficiente para seguir viendo clara e indistintamente.
Quizás sólo la familia de los dioses soporta una absoluta lucidez, quizás la incomunicabilidad de la experiencia al que no lo probó y la necesidad de compartirla hagan que la permanencia en la lucidez te lleve al desierto o a la montaña, pero lejos, muy lejos de los hombres.
Por eso mi sueño a gozar cada día uno de esos instantes y no a romper definitivamente la puerta, porque este es un mundo que nos regaló Prometeo contrariando a los dioses y yo bebo -quiero beber- de esa rebeldía.