miércoles, 22 de diciembre de 2010

la fábula del principio y del fin

Ahora que todos dicen que se aproxima el final, que no hay hombre con columna que se atreva a soslayar el niñobecerrismo de la catástrofe, ahora es el momento de recordar que somos nietos del hambre e hijos del silencio y, por lo mismo, deberíamos huir del miedo que nos venden y nos regalan y nos inunda con una unanimidad que a mí me parece sospechosa.
Por lo tanto, y por respeto a mi árbol genealógico, voy a mostrar un irónico respeto ante el gurú que busca púlpito anunciándome la llegada de las tinieblas, porque a poco que se tenga algo de memoria se sabe que desde Auschwitz en Europa y desde la muerte del tirano en este país lo que estamos haciendo, precisamente, es salir de las tinieblas. Y se resisten, y se obstinan, y ahora su estertor se presenta en forma de asonada, ahora en forma de crisis... ¿Crisis? Crisis es no soportar la mirada que te devuelve el espejo, la miseria y el asco y el desprecio que sientes cuando te descubres aterrorizado ante la incertidumbre del mañana. ¿Mañana? "Nunca hubo más principio que ahora, ni más juventud ni vejez que ahora...". 

martes, 14 de diciembre de 2010

borrachera sin cadenas

Huir del lugar común y del camino conocido es un ejercicio que aboca a una solitaria travesía hacia ningún sitio. Un disparate, porque ya no hay lugares ni caminos vírgenes: la caverna ha sido completamente explorada y explotada, y fuera de ella todo es incomunicable. Así que me encuentro lidiando por abrir brechas en el vacío, lo cual es similar a irse de borrachera con la derrota.
De ahí que el fracaso sea para mí un compañero de viaje, el amigo generador y receptor de la voluntad creativa que me libera y me permite escribir, solamente, porque quiero.

martes, 7 de diciembre de 2010

ansia de mono al volante

Dicen que lo que no sucede pero podía haber sucedido va haciendo su trabajo en una realidad inexistente que, un día u otro, se manifiesta. Y lo hace como venida de ningún sitio y nos obliga a preguntarnos cómo ha sido posible que un acontecimiento tal haya aparecido sin que nada hiciera prever su llegada. Lo digo porque parece que esta porción de la historia a la que pertenecemos esté pidiendo a gritos un cisne negro que ponga un rumbo, inequívoco, obligado, el único que nos permita sacudirnos del azote al que abocan todos los cisnes negros y, de paso, ofrezca una salida a esta época mísera de mísera avaricia, con grifos que se abrieron y de los cuales bebimos y bebimos sin descanso hasta reventar.
Ahora los culpamos a ellos -¿a quiénes?- porque todavía somos adolescentes, pero esta crisis es culpa mía, y tuya, y de él.