jueves, 24 de septiembre de 2009

mitofísica

Nací y vivo en Barcelona, pero espero morir en una choza levantada con mis manos más allá de la última frontera, escuchando a Leonard Cohen -everybody knows, por ejemplo- y leyendo un diálogo de Platón -el Fedón por ejemplo- o una novela -cualquiera de Kundera-, con el recuerdo imborrable de la manada a la que cobijé y, sobre todo, preguntándome por qué escribí siempre -igual que comí, bebí y dormí- con la grandeza de saber que podría no haber escrito y no habría muerto.
Ahora bien, uno suele morirse cuando menos se lo espera, en un hospital ruidoso, en la calle o, mucho peor, cuando duerme y nada anunciaba que no despertaría. En todo caso, la realidad -a la que respeto y acepto- no puede borrar imágenes como las precedentes.

viernes, 18 de septiembre de 2009

el miedo

No dejarse embaucar por construcciones terroríficas -no sucumbir al miedo- es uno de los eslabones, el más grueso, que hay que romper si uno persevera en liberarse (¿de qué, de quién? ¿de uno mismo?).
El miedo ancestral a la finitud de los propios días al menos se tradujo en la creación de dioses de todo pelaje; era un miedo creativo. Ahora, por intereses que deberían sernos del todo conocidos, los nuevos miedos no buscan más que paralizarnos y entregarnos a los poderes salvíficos de papá Estado, que nos quiere en el wu wei de la indefensión, acojonados, a expensas de su caridad en forma de, por ejemplo, vacunas o ajustes presupuestarios.
Yo, que luzco nariz roja de pallaso gracias a no haber podido lucir corbatas de armani, también tengo miedo, a nada y a nadie, pero sigo serrando ese eslabón y puede que algún día consiga romperlo, si los guantes de hierro con el que cubro mis manos -no vaya a ser que pille una infección que me active algún gen de esos que producen cáncer- me permiten seguir sosteniendo la sierra.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

elogio de la ausencia con final feliz

El escritor escribe y debe esforzarse por matar a la puta vanidad que lo obliga a mendigar dosis de atención en esa tribu de negociantes conocidos como "agentes literarios" o, todavía peor, en esa otra que, como un favor, hará pública tu novela. A cambio, ponga usted cara de interesante y acuda a promocionarse, no sea que ni dios compre lo que hemos hecho público y sea usted un negocio nefasto.
Yo, que todavía no maté a esa puta, escribo, y les digo a todos esos que se supone aparecen cuando acaba nuestro trabajo: "Váyanse a la mierda".

miércoles, 9 de septiembre de 2009

el eterno retorno de lo mismo -2 (ó 3, o más)-

Haber quedado fuera y no haber sucumbido al abandono ni al cinismo, además de no envidiar ya primeros puestos, ni últimos, y haber dejado de pelearme por las guindas y por las migajas es, para mí, el principio de razón suficiente.
Seguir en esto, ya para siempre desde fuera, y no poder ni querer dejar de preguntarme porqué, es el motivo -ahora lo sé- de que este escritor de novelas lo sea, también, del blog "escribo porque quiero".
Efectivamente, escribo porque quiero, pero, nuevamente, ¿por qué escribo?