martes, 31 de enero de 2017

locuacidad vacua de un indocumentado

Toda novela es el eco sordo de una época y, de hecho, el eco sordo de todas las épocas que confluyen en la prosa y la imaginación del escritor. Y no porque estos tipos, los escritores, sean receptores excepcionales del tiempo y de su pasar, sino porque toda mirada viene preñada de todas las miradas anteriores, llámese a eso efecto "historia", "cultura" o, como algún metafísico hace, "espíritu del pueblo". Me preguntaron una vez si mis novelas estaban bien documentadas. "No, por supuesto", contesté, "para qué". ¿Para lastrar la prosa? ¿Para velar el eco sordo que alguna vez, quizá, sea capaz de escuchar?
Si además del ocio y del placer estético busca usted en la novela otra cosa, "un pelo del misterio", el volumen de documentación consultada para escribirla es irrelevante. Se lo digo yo y, supongo, alguien lo habrá dicho mucho antes y mucho mejor que yo.

sábado, 21 de enero de 2017

claro que no eres Madame Bovary

Escribir no es "vender a tu madre en letras de molde" (eso es repugnante) ni, mucho menos, venderte tú (asqueroso también, pero menos). El escritor no tiene un ego diferente al del resto de los mortales ni, por lo tanto, la literatura es producto de su explosión ni fruto de su ansia. 
Que os sintáis cómodos interpretando estúpidamente las novelas como reflejo biográfico de sus autores no os faculta para legislar que toda obra es autobiográfica. Es decir, la cucaracha de Kafka no es Kafka, es una cucaracha, y sus novelas no describen el tormento de un empleado de oficina, sino la guasa de una vida errante y azarosa, como la de Homero, como la de Cervantes, como la tuya, como la mía.  

viernes, 13 de enero de 2017

la libertad como divina comedia

La literatura, o es libre o no es literatura. Si de esto se desprende cierto aire valorativo, que se sepa que la literatura no es mejor ni peor que, digamos, la pesca, el cine o cualquier otra cosa. Escribir, por lo tanto, es un acto de libertad.
Así que no escribas por necesidad. Si ese es tu caso, rebélate y pinta, o esculpe, o haz cualquier otra cosa que elijas. Si aún y así no puedes evitarlo, escribe, pero pregúntate a quién está obedeciendo cuando lo haces, de dónde proviene la orden, y hasta que des con el nombre de tu amo, no digas que escribes por necesidad porque alguien podría creer que esto va de enfermos o de locos, y no, la literatura es libre porque no va ni de una cosa ni de la otra; de hecho, es libre porque no va de nada. O lo que es lo mismo, es libre porque va de todo.

lunes, 2 de enero de 2017

teñidores en rojo del blanco papel

Para mí, el inicio del nuevo año se parece al encuentro con la página en blanco. Lloran muchos que eso es lo peor de escribir; hay quien habla de terror y pánico e, incluso, de angustia. Hay quien dice que si no fuera por ese contacto con la nada -no otra cosa es la página en blanco del escritor- escribir estaría al alcance de cualquiera. Pero es ese abismo creativo, afirman, el que sólo pueden salvar algunos elegidos que, con un esfuerzo sobrenatural y extraordinario, consiguen superar el trance y vivir para contarlo.
Para mí que, como el nuevo año, la página en blanco es un regalo, el acto primero de este nuestro acoso y derribo contra la nada, todo ese lamento cansino y automitificante, todo ese cacareado temor y pavor y sudoración y enfrentamiento a la página en blanco es un grito fingido de los adoradores y perpetuadores de la pamplinería, ya para siempre unánime (vuestro es, por cierto, el futuro... allá os lo comáis).